El propósito de la educación es acompañar a las niñas y niños en su entrada en nuestra sociedad y posibilitar que puedan mejorarla. Por supuesto, hay poderes, grupos de interés e individuos que tienen otros objetivos en la educación: ganar dinero, adoctrinar, protagonismo, etc.; pero esos no son propósitos de la educación sino instrumentalización de la educación al servicio de objetivos frecuentemente inconfesables.

Pensemos en el negocio de las ocurrencias, el peor negocio privado de la educación, el que crea más fracaso, exclusión, segregación, racismo y sexismo. ¡Cuántos individuos ganan cuantiosos ingresos, protagonismo, presencia en los medios y poder proponiendo sus ocurrencias en charlas e informes sin que hayan mejorado los resultados de ninguna escuela, de ningún barrio o pueblo! El problema más grave no es lo que ganan inmerecidamente, sino cómo esos beneficios inconfesables hacen que se unan en una defensa corporativa de esas ocurrencias y, por tanto, del fracaso que generan. Haced una lista de los veinte personajes más famosos que conozcáis en educación (que son los que más prestigio y dinero sacan de ella) y comprobad luego de cuántos de ellos sabéis en qué escuela, barrio o pueblo han mejorado los resultados, dónde y cuándo la comunidad científica internacional ha validado sus aportaciones.

Para que la educación pueda avanzar hacia su propósito de mejora hay que romper las cadenas que la atan a esos ocurrentes y orientar nuestras acciones y debates hacia las actuaciones educativas de éxito, las que mayores mejoras están logrando tanto en la práctica como en el desarrollo teórico y científico. Que en el imperio haya salido escogido un presidente afroamericano no hubiera sido posible sin el movimiento por los derechos civiles liderado por Martin Luther King. Sin embargo, ese movimiento no lo creó un hombre, sino una mujer; Rosa Parks lo inició al hacer desobediencia civil negándose a ceder el asiento del autobús a un hombre blanco. Es una pena que los debates educativos olviden o desconozcan que Rosa Parks era en ese momento alumna participante de una de las escuelas más transformadoras del mundo (Highlander), a la que su creador Myles Horton y Paulo Freire dedicaron un libro.

Hay escuelas muy transformadoras en todos los lugares y culturas. El Premio Nobel Amartya Sen está haciendo aportaciones científicas cruciales para potenciar el desarrollo humano, superar desigualdades y avanzar hacia la verdadera justicia. Es una pena que olvidemos o desconozcamos que Amartya Sen fue alumno de la escuela donde daba clases su abuelo y que había sido creada por Rabindranath Tagore, el primer no occidental que consiguió el Premio Nobel de literatura.

Ya hay más de cien escuelas en España y Latinoamérica que se han transformado en comunidades de aprendizaje. Abandonando las ocurrencias y el negocio de los ocurrentes, están recreando en sus contextos las actuaciones educativas de éxito. Están logrando mejoras extraordinarias del aprendizaje instrumental en todas las materias, los valores y las emociones; están transformando la educación y la sociedad.

Sabemos lo que hay que hacer para avanzar hacia el propósito de mejora de la educación. Ahora ya es momento de hacerlo. Cada día que pasa, millones de niñas y niños pierden una nueva oportunidad a la que indudablemente tienen derecho.